rotito el mundo y más

Adrián Viéitez
3 min readFeb 10, 2025

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Apago la noche y voy. Me dijiste que querías pasear por la más fina de las láminas de amor del mundo. Sé que no, que eres poco más que un fantasma magnífico y que yo lo voy teniendo todo, todo el miedo está aquí.

Hace ya algún tiempo que he querido escribir esto y más, mucho más; ahora recojo algo que se anticipa y sé que soy opaco, que esta voz no funciona. Estoy auténticamente desesperado, con la poca evidencia de ser yo en un día como hoy, con la imaginación quebradiza y todas estas sombras. Soy [y me contradigo: no soy] un definitivo, estelar, enmascarado recogedor de sombras. Las colecciono todas para ti.

Una pequeña enumeración de las cosas que he guardado en mi bolsillo los últimos días, como un niño desertado: 1) la luz de una mañana que alcancé a ver, en las paredes, todo reflejado un festival de despertares; 2) una piedra de río arrugada; 3) lágrimas con forma de diamante, a millares; 4) la canción más pequeña imaginable, un sonido completamente minúsculo; 5) mis piernas, mis brazos, mi corazón.

Quería escribir un libro de amor. He estado casi siempre enamorado, aunque no es una cosa de la que sea fácil hablar. Uno dice: estoy enamorado. Y o bien se equivoca, o bien el mundo es un lugar triste. Me corrijo, claro, porque no siempre es así. A veces uno lo dice y estalla y el territorio se vuelve sencillo. Pero no es este mapa, no.

Estás enfermo y te mueres y: ¿estás enamorado? ¿Estás enamorado de mí? Recuerdo bien otro tiempo en el que sí. Bajaste a verme y te esperé, y caminamos. Cómo podría haber adivinado tu amor, me digo, y no lo sé, todavía tan incierta. Venías como un látigo del mundo, también roto, y habría querido encajarte en mi espacio con la delicadeza de una flor. Sabes, o espero que lo sepas, que siempre quise ofrecerte todo este campo de libertad serena, pero no pude. Me tortura y me entristece, me tortura…

Recuerdo bien. Una noche te enredaste en mí como un árbol de cien mil años y guardé en tu interior la caracola que siempre llevaba conmigo. ¿La tienes aún, ahora que estás enfermo y te mueres y, quizá, estás enamorado de mí? Espero que sepas que está en ella todo eso, esa noche y esa voluntad de amar; que todo eso, a pesar de… todo eso estará siempre contigo. No recuerdo tu voz, ni podría imaginar ya las formas de un mundo que te incluyese. Camino ya por otros secretos. ¿Pensarás en mí justo antes de morir? Sé clemente. Con la luna en los ojos y esta fiereza recobrada sincero mis votos; adiós, adiós, te digo — cándida, pero fascinada — , ahora que ya sé que no volverás. Me espera un amor, otro amor, y tú te evaporas como un niño afligido, con toda tu edad en columnas de mármol.

Se me rompió el lazo con la ficción, o al revés: no piso nada. Veo a los demás, y su tristeza tan individual, tan individual como la mía, y entiendo los mecanismos de la fe — va a abrirse el cielo, toda la calma como un chorro de furor, etc. — , pero no me besan. Cuando llega cierto punto de la noche, sumergido en el carácter concéntrico de esta larga anestesia, me llega una miga de pan. La cojo con la mano y la devoro, como si alguien me persiguiese. El cuerpo no puede más y cae, como una sábana, como un puño de deseo. Fallo. Y todo es así:

el cielo rotito me dijiste no volveremos a las lagunas ya nunca más el cielo rotito cantaste por la noche una canción más antigua que mis labios de piedra el cielo rotito rotito el mundo y más con qué impulso qué vocación qué salitre podría rociar ahora el corazón — rotito el corazón — de las cosas simples

el lazo de esta música de errores
guarda una palabra, tres palabras
duerme para mí en otro año atrás
año de piedras azules y aguamarina
si me quebrase así para todo vivir
guárdame en tu bolsillo o lánzame
tú, tú, tú, tú, tú, tú, tú, tú, tú, tú, tú
se cansa la lengua del cruce fatal

Qué pobreza.

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Adrián Viéitez
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Written by Adrián Viéitez

still, still to hear her tender-taken breath

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