Que el mundo se quede como está
Este es el peso inevitable de los momentos felices: la conciencia de que antes o después se terminarán.
En el ecuador de Weathering with you, la última película de Makoto Shinkai, la voz en off de su protagonista se alza en súplicas a lo divino. Pide que nada cambie, que el estado presente de las cosas sea conservado; asegura no desear nada más, ni una sola cosa añadida, sólo aquello que ya tiene.
Es una escena poblada por una felicidad infladísima, casi irreal: él, la chica que le gusta y su hermano pequeño alquilan una habitación de hotel gigante y pasan la noche en una bañera llena de espuma, cantando karaoke, sintiéndose bien juntos. Para ellos, que cargaban con toda esa lluvia encima, este charco de paz es un lugar al que difícilmente pueden renunciar. De ahí la súplica. La felicidad, sin embargo, apenas logra extenderse. Una mañana más acaba llegando y la tristeza recupera su lugar.
1. tú me importas más que el sol
Esta idea, enunciada prácticamente al final de la película, condensa buena parte de su propuesta poética: Makoto Shinkai recorre las últimas instancias de todas sus metáforas, de todas sus imágenes. En su empeño por subrayar la fuerza del amor que Hodaka siente por Hina, asume al mismo sol como entidad rival. Este amor desquiciado, adolescente, primitivísimo, compite con la fuerza luminosa de los cuerpos celestes.
Estoy convencido de que hace dos años habría rechazado frontalmente esta propuesta poética, y si hoy la abrazo sin miramientos es porque mi proceso de comprensión de lo lírico ha ido desde la palabra hacia la imagen revelada: ese transcurso a lomos del lenguaje, en busca de acabar desprendiéndome de él, ha acabado provocando que hoy ya no me interese tanto la palabra exacta, sino más bien la fuerza inmanente de las cosas, la capacidad expansiva de las imágenes creadas a través de la palabra -ya más conducto, ya menos destino-.
Shinkai escribe para sublimar, y en ese viaje de profunda herencia romántica no teme a la hora de asumir significantes contemporáneos, no tiene miedo a la hora de asignar al presente una forma anticuada de sentir. El amor entre sus personajes se presenta a menudo como absurdo, tan a punto de estallar, de acabar con el mismo mundo; sin embargo, resulta casi conmovedora la forma en que el cineasta presta su convencimiento a la causa, con una gravedad en absoluto impostada, creyendo ciegamente en las llamas del material que dispone. Como sucedía en Your name, aquí el amor vuelve a constituirse como bisagra para las distancias espacio-temporales, como eje axiomático alrededor del que todo, en efecto, sucede.
2. me alegro de haberte conocido
Otro elemento fundamental en el cine de Shinkai es el azar, en el sentido en que cruza y separa las vidas de las personas con gesto aparentemente caprichoso. Si en Your name los amantes se veían obligados a anhelarse a través del tiempo, en Weathering with you las distancias están llenas de matices: ambos personajes son menores de edad y viven separados de sus padres, con su consecuente ilegalidad habitacional. Se encuentran porque él ha huido y ella está a punto de hacerlo. La forma que tienen de cruzarse modifica por completo sus respectivas trayectorias, generando así una narrativa distinta, una vida nueva, una esperanza recalibrada. Hina insiste en ello, en una bellísima escena en la que celebra la posibilidad de haber conocido a Hodaka, aunque las cosas no hayan sucedido de la mejor de las maneras posibles para el amor.
Honestamente, no sé bien cuál es el momento adecuado para enamorarse de alguien. Parece complicado que dos personas cuadren sus azarosos caminos para equilibrar su encuentro: dada la desigualdad inicial, el forcejeo parece inevitable. Todas mis aproximaciones teóricas a la cuestión del amor no dejan de ser más que una sospecha, pero hoy todavía intuyo que la voluntad es, a fin de cuentas, la herramienta más poderosa con la que podemos trabajar para estar juntos. Sé bien que a veces quererse no es suficiente, pero también soy lo suficientemente ingenuo y optimista para conservar el convencimiento de que alguna vez podría serlo, podría funcionar, podríamos conseguir algo bonito.
Es así como Makoto Shinkai reconduce su relato desde el azar -una suerte de determinismo iniciático: las cosas empiezan a suceder así, no hay otra manera, el caso es que lo hagan- hacia los volátiles territorios de la voluntad. Si las vidas de Hina y Hodaka se cruzan por motivos arbitrarios, no será otra cosa que el empeño de ambos lo que los mantenga unidos. Y no es este un empeño doliente, sino más bien un automatismo: la atracción circula entre ellos de tal manera que parece inevitable que todo sea así, que sean más felices juntos que de cualquier otro modo. También pienso que enamorarse tiene algo de eso; al menos, cuando eres un adolescente -he empezado a pensar que es una verdadera lástima que dejemos de serlo, antes o después, o que no lo seamos jamás-.
3. me he enamorado: de traer el sol, de todo esto
Escribo hacia dentro y termino este texto hablando de la idea central de Weathering with you, o al menos del concepto que la propulsa poéticamente: Hodaka conoce a Hina, una chica capaz de hacer salir el sol. Hay algo en la sencillez de esta idea, en la belleza simple que atesora, que me encoge de salida. Hina extiende sus manos sobre la luz y es como si atrapase la estrella en el centro de su puño, como si ese charco inventado para dos personas afectase inevitablemente al resto del universo.
Ante tamaño milagro, Hodaka expresa su frustración: “no es justo que la gente no lo sepa”, manifiesta en un momento de desbocado dramatismo. No es justo que la gente no sepa la forma que tenemos de querernos, tan desmedida que uno podría llegar a pensar que nada volvería a ser igual si tú y yo nos besásemos ahora: ese beso viajaría directamente al centro del planeta y nadie podría vivir indiferente a él. Ese empuje adolescente, ese individualismo exacerbado circula también por las arterias de Weathering with you, una película en la que los personajes secundarios brotan levemente a los pies del amor que late entre los protagonistas, de forma casi servil.
“¡Tú no eres tan importante!”, dice un personaje secundario a Hodaka en un momento de la película en el que él está convencido de que su amor por Hina ha sido crucial en el transcurso de una serie de acontecimientos de orden planetario. Al final, todo se resuelve con unas manos entrelazadas. ¿Cuál es el amor tan grande? ¿Viaja el amor terrible a través de nubes llenas de peces, de relámpagos que asustan ciudades enteras, de largas lluvias milenarias? ¿Qué cosas puede saber el mundo de lo que yo siento por ti cuando estamos juntos, cuando extiendo la mano y tú la recibes fácilmente, como si no hubiese otro escenario posible?
Nadie sabe nada de nuestro amor, sólo nosotros.
Al final, la intimidad se revela como la poderosa consecuencia del curso del tiempo. En una escena de la película Kicking and screaming, de Noah Baumbach, un chico dice a una chica algo así como que le gustaría haberla conocido desde el principio de su vida, para así ahora poder saltarse las fases que no implican intimidad, que no implican confianza. Para poder besarla con la tranquilidad con la que se besa a una amiga.
Pienso en la canción El amor, de Marcelo Criminal, que dice: “y ojalá que seas siempre mi amiga”.
Lo dicho: darse la mano y saber cosas que nadie podrá saber jamás. Si es así, efectivamente: a quién le importa la lluvia.