Otra voz humana

Adrián Viéitez
3 min readOct 21, 2020

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Berthe Bovy dans La Voix humaine © Manuel Frères, coll. Comédie-Française

Querida:

me he pasado la mañana limpiando la casa. […] Esto me resulta ahora extraño, pero no pasa nada: sé que con el tiempo las cosas irán cambiando, que todo será más sencillo. Siempre sucede así. Yo no soy tan distinto al resto, hago las mismas cosas, aprendo equivocadamente a veces y después reaprendo; imagino que a ti te pasará igual. […] Sí, aquí hoy también llueve. Me asomo a la ventana para encontrar este color que podría cambiar si tú vinieses, aunque empiezo a apreciar una luz distinta ahora que has llamado. ¡Sé que es todo mentira! A veces también me miento, pero es importante que entiendas que ejerzo esta retórica por una cuestión de supervivencia. Quizá contigo podría abandonarla al fin. […] Haces preguntas muy difíciles. Creo, e insisto en la creencia —estamos aún en el borde, no hay convicciones que valgan—, que me apetece descubrir tu rostro al alzarse el sol: si durmiese a tu lado podría dejar las persianas subidas toda la noche, toda la noche a la espera de que la que la luz llegase para iluminarte. […] ¡He estado tan solo en este lugar! […] Yo también pensé, durante días lluviosos parecidos a este, que nunca llegaría a conocerte. Y sé que aún no te conozco, pero es tal la ilusión de estar a punto de hacerlo; estoy en el extremo opuesto a la desesperación. Hoy mi casa está más limpia que nunca; he fregado todos los suelos, retirado el polvo acumulado sobre los muebles, sacado brillo a los cristales. Imaginé que vendrías, ya sabes: imaginé que vendrías y no podía dejar según qué cosas al azar. […] Los últimos tres días he estado luminosamente nervioso, y déjame decirte que el temblor es el mismo pero el mundo parece diferente así, cuando la expectativa es capaz de abrumar al presente. Sentía el pecho inflado con la promesa de tu llamada, de tu llegada. Es casi increíble escuchar tu voz por primera vez, saberla cierta, tocar las paredes de esta cosa que uno construye siempre solitariamente. Y te confieso, supongo que amordazado por la excitación de este momento tan singular, que tu forma de quebrar mi soledad no tiene nada que ver con la compañía de los demás: escucho tu voz aunque no estés aquí y siento propia mi casa, siento propio mi cuerpo. Perdona tantos exabruptos, disculpa el destino amanerado de esta oración: ahora mismo me ocupa un hechizo insólito. […] No recuerdo los años anteriores a tu llamada porque he decidido descartarlos, está bien así. Estoy dispuesto a empezar y los comienzos exigen ciertas concesiones. Ha dejado de llover justo ahora, puedo ver cómo las nubes se deshacen en el cielo. ¿Querrías venir conmigo a los lugares que he ocupado hasta ahora sin ti? […] No puedo más con el trabajo. El trabajo dilata la espera y yo quiero hablar contigo, escucharte como ahora —no concibo que ahora signifique una cosa tan voluble, casi lúdica, por supuesto que desearía que los significados se extendiesen. ¿Tienes miedo de que llegue la noche? Qué débil esta manera de enlazarnos, no sé siquiera dónde estás. ¿Dónde estás, dónde puedo ir a buscarte? […] ¿Hola? ¿Estás ahí?

[…] Sí, yo también creo que la línea ha debido cortarse. Estaba pensando en despedirme, aunque insisto en el vértigo que me produce el silencio que vendrá ahora, cuando regrese al lugar en el que tú no me hablas, a esta casa que seguirá igual de limpia pero ya no será mía del mismo modo. […] Sé que solo es la primera de nuestras conversaciones, claro: solo la primera. […] ¡Está absolutamente desierto el presente! ¡Se deshace en guirnaldas sobre mi cabeza esperando la próxima vez! Deseo escucharte, deseo incluso verte, deseo… […] Será bonito, sí. Sigo en la ventana: dos niños han salido a jugar al parque, la hierba todavía está mojada. Si nada se nubla se secará pronto. […] Todavía falta mucho para eso, en medio habrá muchas otras cosas. […] Mantendré la casa limpia. […] Pronto estarás aquí. Pronto.

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Written by Adrián Viéitez

still, still to hear her tender-taken breath

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