Ofrecer tiempo al tiempo
He pasado unos días silenciosos. Papá fue a recibirme a la estación que está cerca del puerto y en las rasgaduras de sus ojos encontré una pizca de serenidad. Últimamente medito acerca de la posibilidad de escribir una novela-musical. Se me hace difícil desempastar este tiempo raro, siento que no hago pie. Esta tarde mi abuelo dijo algo muy bonito con la cara encogida y empecé a llorar. Recuerdo a ratos a las personas que no están y no con menos frecuencia se me vienen encima algunos fracasos del pasado.
Te escribo para hacer tiempo del mismo modo en que tú lo haces: con tus manos lo amasas, le das forma, le ofreces un sentido. Sabes que aspiro a esa calma que imaginas. De momento ten esta carta.
En mi sueño eras una diplomática extraterrestre muy reputada. Vivías en una comunidad periférica dentro del escaso territorio habitable de tu planeta; una noche me dijiste, cansada, que aborrecías el tránsito de los núcleos urbanos. Solías venir a la Tierra para dialogar con algunos líderes políticos pero siempre preferiste pasear disfrazada, ocultando tus ojos plateados detrás de unas enormes gafas de sol; te complacía observar las formas que tenemos los humanos de querernos públicamente, observar también todo lo demás. Aunque tus certificados te avalaban, atribuías tu éxito profesional a una serie de acontecimientos encadenados de difícil explicación. Me mirabas muy despacio y me decías que a menudo te encontrabas ocupando un lugar extraño, ejerciendo tu labor por inercia mientras, en una peripecia de disociación, te mirabas desde fuera incrédula, sin comprender nada de lo que tú misma decías. Pestañeabas con tristeza y murmurabas: quedan ya pocas cosas en mi vida que sea capaz de reconocer. A los demás no parecía importarles todo esto, quizá porque tu destreza impedía que llegasen siquiera a tener constancia de tu vulnerabilidad. Escuché a un analista político decir en la televisión que ningún diplomático de tu planeta se había mostrado antes tan eficaz y amable como tú a la hora de conciliar las posturas de nuestros dos modelos socioculturales contrapuestos. Reconozco que compartía su opinión.
Cada vez que volabas a la Tierra te quedabas aquí durante dos ciclos lunares; la parte triste era que yo nunca sabía cuándo ibas a venir. Aparecías en silencio en el umbral de mi puerta y yo sabía reconocer las formas curiosas de tu sombra. No nos tocábamos nunca porque tu cuerpo estaba cubierto de un material corrosivo para la piel humana; algunas veces nos mirábamos con miedo, otras con amargura. La mayor parte del tiempo estábamos contentos. Yo vivía a las afueras de una ciudad mediana en la que llovía con frecuencia. Más que ninguna otra cosa, te gustaba escuchar el sonido de la lluvia golpeando los cristales por la noche; observabas con una atención inaudita la caída del agua sobre las calles vacías. Te girabas hacia mí, señalabas el cemento empapado y decías: ahí podríamos resbalar juntos nosotros dos.
En el amor ya pienso poco, o al menos no lo hago de forma explícita. Lo que me gusta creer es que el amor está ahora inscrito en mi forma de pensar. El resto de las cosas me agotan fácilmente. Me digo: escribir es cosa fácil, imaginar es cosa fácil, reflexionar es cosa fácil. Querer con justicia es una tarea mucho más exigente que cualquier otra. Por eso te escribo y no sé qué decirte; sabría contarte muchas cosas pero también sé que lo que yo quiero que llegue hasta ti no es posible articularlo a través de un lenguaje que los dos comprendamos, que deberías acaso fundirte conmigo y ordenar mis ideas con tu pragmático sentido de la amabilidad, deberías explicarme tú a mí cuál es el significado de todo este mundo lleno de vetas ocultas.
Por ahora paseamos tú y yo en una niebla espesa que opaca tu rostro, que esconde tus manos y tu piel reluciente. Desde este lugar oscuro apenas atino a estimarte, a saber que te quiero porque el amor no tiene que ver con ninguna otra cosa, es de las espirales el centro. Llevamos las nubes a la altura de los ojos: a través de este banco de vapor solo llega a mí el brillo plateado de tus ojos alienígenas.