Notas sobre un concierto de Amaia en Madrid
son las diez de la noche
y ya casi es mañana
inventando recuerdos
del verano en mi cama
Empezar este texto es muy difícil: no tengo muy claro que las palabras vayan a servirme para representar lo que me gustaría decir. Hace unas horas pasé un rato en el Teatro Circo Price de Madrid, en un concierto de Amaia. Ese es el hecho que precede al temblor. A partir de ahí, círculos de viento y agua se desplazan a mi alrededor: una imagen permanece fija en el medio de todo: una idea del verano, una aspiración. Este es un texto sobre el concierto de Amaia; este es un texto sobre mí; este es un texto sobre una imagen que permanece en el pasado. Sobre una imagen inalcanzable que nunca se va.
1. el último verano
Es verano y las cosas están en pausa. Tengo que separar los días con las manos para avanzar: casi puedo sentarme encima de esta noche. No soy consciente de que estoy a punto de conocerte; creo que por eso tu aparición resulta tan violenta. Hablamos un rato, no tengo ni idea de qué, no me importa, pienso: todas las demás cosas del mundo se han acelerado incontrolablemente, todo a mi alrededor ha vuelto a girar a mucha velocidad. Aquí dentro todo sigue quieto. Así es como sé que quiero estar contigo: estamos a salvo del movimiento.
Amaia quiere capturar una energía concreta. Sus canciones se abren con el piano inflando la estancia suavemente, después su voz parte el silencio por la mitad. De repente se abren las ventanas: más allá de lo hablado, más allá de las letras, es fácil adivinar que Amaia canta desde los contornos del verano. No es posible despegarse de la sensación de que algo está a punto de terminarse, aunque ese algo todavía está aquí. La suavidad con la que la música se desploma es la misma que la del verano al cerrarse: con los días cada vez más cortos y un poco más fríos; con tal lentitud que es imposible percibirlo. Hay algo indiscutiblemente lúdico en las canciones de Amaia, pero pienso que esa celebración no puede deshacerse de la idea de su caducidad.
Es decir: nos hemos conocido justo al final del verano, después de todos estos días apelmazados e intransitables, en el mismo momento en que el viento empieza a notarse. Entras en esta noche seca como un vendaval de agua. Y entonces, evidentemente, paso a desear que el verano no se termine jamás, que este día no se acabe nunca; tras todo este tiempo esforzándome por atravesar los días, de repente quiero pararlo todo. El primer pensamiento: ¿por qué no has llegado antes? El segundo: ¿cuánto tiempo te quedarás conmigo?
2. es fácil no estar triste
Pienso que Amaia se ha convertido rápido en una artista importante porque piensa con mucha claridad. Su música trabaja una inocencia casi incómoda, todas sus imágenes están desnudas de metáforas y su lenguaje no sólo está cerca de lo oral, sino que va un poco más allá: hay una relación estrechísima entre lo pensado y lo dicho, como si entre ambas cuestiones no existiese frontera alguna, como si pudiésemos decirnos el uno al otro todas las palabras que pensamos, como si yo pudiese decirte me gusta el mundo / pero tú un poco más / solamente un poco más.
nunca voy a olvidarme de ti
aunque a ese lugar ya no volveremos
Se ha acabado el verano, tú ya no estás conmigo y sé que no vas a volver. La imagen se vuelve más dolorosa a medida que se aleja en el tiempo: tú me das la mano y pienso que esta noche se alargará hasta el infinito, que el verano no se acabará jamás, pero se acaba, pero se acaba. Conservo la imagen, aunque no puedo tocarla, pero sé que me pertenece. Abro y cierro la mano y los volúmenes de la tuya se vuelven claros, estás en mis manos, estás en mis manos para siempre.
Amaia canta Todos estos años. Empieza suplicando, aunque amablemente (por favor, no te olvides de mí / porque yo te voy a echar de menos), y después lanza la que probablemente sea la imagen más física y clara de todo su disco, de su disco invadido por imágenes de rotunda fisicidad y claridad: quiero imprimir todas tus fotos / quiero imprimir todos estos años. En el traslado cómodo de estos términos está inscrita toda la complejidad lírica de Amaia, que parte del hecho de rehuir cualquier complejidad. Concluye la canción y concluye la esencia de su disco: quiero imprimir hasta lo imposible / porque yo / quiero imprimirte a ti / y que estés aquí.
Vale, de vuelta al concierto. Banda de cuatro músicos, flores en el suelo: Amaia se sienta al piano y canta todas las canciones de su único disco, agrega cosas de aquí y allá. Un concierto en un teatro tiene poco de concierto y se parece más a una conversación: el único lenguaje restante, desprovistos de contexto físico, es el propuesto por el artista que está enfrente. Amaia quiere clavarnos en la periferia del verano y, para el caso, da un poco igual que sea pleno enero. Miento, no da igual: el hecho de que estemos en enero facilita las cosas, ayuda a Amaia a subrayar el hecho de que la imagen es rescatable, de que el mecanismo de representación funciona, de que las corrientes de pensamiento coinciden entre ella y nosotros y nos plantamos en ese lugar inasible, en ese instante aparentemente muerto. Es fácil no estar triste sabiendo que puedo rescatarte de mi propio pasado.
3. el mar, por fin
está atardeciendo
todavía hay tiempo
Me lo pregunto todo el tiempo, pero no tengo respuesta para esto. No sé por qué quiero estar contigo, no dispongo de motivos, pero encuentro la causa: quiero estar contigo porque apareciste. Parece suficiente.
Amaia abre una brecha en la incomunicación con sus canciones que lo dicen todo, que no dejan margen al silencio, que son incapaces de no materializar cualquier pensamiento que las transite, por ligero que sea. Creo que ese es el tema central de todo lo que hace, el marco que la levanta como creadora musical. En este sentido sigue siendo pertinente ubicarnos en el final del verano: con todas las cosas a punto de terminarse, las palabras se amontonan y se dicen todas a la vez, como si fuese nuestra última oportunidad para librarnos del peso de lo no-dicho.
Creo que es encomiable ese posicionamiento, ahora que hemos aprendido a estar lejos y puntearnos las manos en lugar de sostenerlas. La cosa que más me inquieta de la lenta desaparición de mi juventud puede que sea estar desaprovechándola silenciosamente, siendo sólo una cosa en potencia. Me agarro a la noche quieta, la noche en que apareciste, y todo lo demás corre muy rápido. Pasan los días, los meses, pero yo no lo compruebo: en mi cabeza sigo allí parado, porque esa es la única posibilidad.
Una vez más, Amaia abre las ventanas: ahora es medianoche / y una luz me ilumina / tu voz desaparece / y el día termina. El concierto ha terminado y sé que es así, aunque también sé que durante un rato, hace unas horas, estuve en el Teatro Circo Price. Rasco la puerta del tiempo y abandono la noche en que te conocí, aun sabiendo que alguna vez estuve allí, contigo. Ahora estoy aquí. Ahora estoy aquí.