lo reversible de un lago

Adrián Viéitez
4 min readDec 15, 2024

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Es siempre la imagen de un lago enorme, rodeado de árboles y con la superficie opaca; como un gran espejo tumbado del cielo. Yo no aparezco en la escena, son otras personas. Es un niño que busca algo, entre los arbustos. Está desesperado, o al menos carga la desesperación propia de los niños, pero es también evidente que sabe lo que está buscando. Lo que sucede es que busca una cosa que 1) es mentira o 2) está en el fondo del lago. Y el niño se asoma a la superficie y descubre su rostro, que es el rostro de un niño ingenuo, pecoso y pálido, pero no es el mío.

Entre los árboles hay otra figura que no es un niño ni una niña porque es una sombra. La sombra no busca nada pero sigue al niño con curiosidad: conoce el bosque como nadie, y también ha recorrido —una y otra vez — el fondo del lago. No ha encontrado nada, los peces casi siempre duermen y el agua no para de gritar. Es insoportable. La sombra conoce la verdad acerca de la búsqueda del niño, sabe que busca una mentira.

Esto sucede así durante meses, y no cambia. El niño rodea cincuenta y cinco árboles, los examina y dibuja en su cuaderno un mapa en el que describe las formas de cada uno de ellos. Les pone nombres fantásticos: Wilfred, Yukiyo, Marquette. Conoce también las sombras del bosque, pero no distingue a la sombra viva de las demás: no sabe, o al menos de momento, que las sombras pueden estar vivas. Lo que viene a continuación es una historia de amor. La sombra aprende a amar al niño que busca una mentira pero no puede encontrarla a ella, aunque sea una sombra cierta.

Hace mucho tiempo que no pienso en la escritura. Me ocupo hablando todo lo que puedo, hasta caer dormido; duermo también todo lo que puedo. Se me ha vuelto extraño el procedimiento mediante el cual, en algún momento — ¡o tantos !— de mi vida, encontré paz en el hecho de escribir. Si voy y vuelvo sobre este hecho, descubro varias cosas y sé que la mayoría de ellas son grandes mentiras, pero nunca sé a ciencia cierta cuáles. Pienso que 1) mi cuerpo no soporta espejearse, que 2) la reflexividad de la escritura re-activa mecánicas depresivas por las que paso de puntillas, y que 3) me aterra la lectura de los demás y no sé cómo esconderme. Alguna vez, pese a todo, todavía escribo alguna cosa aquí o allá, como un chillido puro. Y siempre me arrepiento.

¿Qué papel juega el lago en la historia del niño y la sombra? Tendríamos, claro, que darle la palabra para descubrirlo. Lo que viene a continuación forma parte de una entrevista concedida por el gran lago a un medio local en el año 1987.

PERIODISTA: ¿Qué opina?

LAGO: Sí, en líneas generales estoy de acuerdo. Es siempre de noche y es insoportable. El cielo no es el mismo, lo advierto: me rompe el corazón.

P: ¿Y sobre las búsquedas?

L: Todo es bellísimo. El día de la visita del circo de los fantasmas, ¡no lo olvidaré! Ellos escribieron las canciones más hermosas que conozco, y las conozco todas.

P: ¿Cuántos años tiene la sombra que sigue al que busca?

L: […] Hace tanto frío que los peces ya no quieren verme más. ¿Cómo vamos a imaginar una figura de la comunidad en medio de este clima alterado? Estamos todo el tiempo fingiendo. Todo el tiempo.

P: ¿Qué opina?

L: Hace setecientos años, una niña se acercó a lavarse en mí y descubrió una perla mágica. Se la metió en la boca, la devoró y comenzó a volar. Dibujó sobre mi superficie este símbolo [lo muestra]. He intentado descifrarlo.

P: ¿No tiene miedo?

L: Cuando la niña volvió, siglos más tarde, era un inmenso ramo de flores; orquídeas, lirios y amapolas. Se derramó sobre el espacio y fui un cúmulo de extraordinarios y florales círculos concéntricos.

P: ¿Qué pasará si el niño descubre que todo es mentira?

L: Por la noche todo, todo, todo es verdad. O la verdad es también mentira.

Una figura de la soledad: el cuerpo se inscribe en un espacio, pero siempre va acompañado de un límite o una idea de límite. ¿Hasta dónde viaja lo que podemos imaginar? Claro. Cogemos un puñado de vida y lo desmigajamos: lo importante es vivir para siempre.

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Adrián Viéitez
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Written by Adrián Viéitez

still, still to hear her tender-taken breath

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