30
30 años. / Mamá me besa en la frente y siento que la vida merece la pena, y respiro. / Destellos, destellos, imágenes aquí y allá. / Un día de invierno, mis abuelos maternos me acompañan al colegio y, cruzando el parque que lo separa de mi casa, me balancean entre ambos para saltar los charcos. / Me obsesiono con los álbumes de cromos de fútbol, con las matrículas de los coches, con las enciclopedias de cosas extraordinarias. / Mi padre me lleva algunas tardes a otro parque, con un pequeño estanque, y junto a mi abuelo me enseña a hacer que las piedras resbalen sobre el agua. / Una mañana, en el colegio, pierdo a mi amigo de vista y me resbalo. Tendido en el suelo, lloriqueando de dolor, pienso que es así: tengo un buen amigo, un amigo que me importa, el primero. / Colecciono los libros, las cintas y las figuras de los Looney Tunes, los dibujo y los vuelvo a dibujar. / Veo muchas veces Blancanieves, El libro de la selva, Space Jam. Alquilamos en el videoclub las dos primeras películas de Toy Story y, el día que toca devolverlas, rompo a llorar en brazos de mi padre. / Una tarde, mi madre regresa a casa con mi hermana en un carrito: juego en una esquina de la habitación con mis dinosaurios de plástico, esperando que se disperse la marabunta para acercarme a ese pequeño ser de milagro, alguien milagroso a quien cuidar para siempre. / Me obsesiono con el fútbol, estudio los cromos una y otra vez, me aprendo los lugares de nacimiento de todos los jugadores y así voy aprendiendo otras cosas. / Una mañana de finales de primavera, en un recreo, un compañero de clase nos avisa de que se ha traído una radio y marchamos al cuarto de baño a escuchar la retransmisión del España-Paraguay, el primer partido de la selección en el Mundial de Corea y Japón. Salgo a buscar algo, la profesora me captura y me sonsaca el escondite. Los castigan a todos menos a mí, y me siento culpable. / Viajamos, un verano, a Madrid. En una estación de carretera, trato de conseguir en una máquina una pelota de los Looney Tunes, sin éxito. Grito, días más tarde, en una noche cálida, queriéndolo todo: ¡nunca había sido tan feliz! ¡Quiero tener siete años para toda la vida! / Descubro el ciclismo, otra tarde de verano en casa de mis abuelos. Iban Mayo gana en L’Alpe d’Huez, vestido de naranja. ¿Cuántas pasiones puede sostener un cuerpo? / Me enamoro infantilmente, en el colegio, y por las tardes imagino largas conversaciones que nunca tendrán lugar. No entiendo nada de lo que siento al ver a esa persona cada día, y pienso que eso debe ser lo más emocionante que he vivido. / Aprendo y aprendo: conozco todos los tipos de animales, todos los cuerpos celestes de nuestra galaxia. / Voy a Balaídos por primera vez, con mi padre, mi tío y mi prima, que tras un gol pide a gritos que quiere ver la repetición, porque se lo ha perdido. Mi prima es mi mejor amiga desde hace mucho tiempo. / Una noche, al volver a casa, mi madre me cuenta que hemos adoptado una perrita bebé; está escondida debajo de una silla del salón. Mientras juego con una pelota, sale disparada y aterriza sobre su diminuta cabeza. Me voy a la cama llorando, pensando en las cosas frágiles e inocentes. / Durante un tiempo me obsesiono con la muerte, visito a mi primera psicóloga, padezco insomnio. / Escucho Radio Marca todas las noches hasta caer dormido y descubro que la compañía es multiforme. / Nos cambiamos de casa, a una mucho más grande y fantástica. En el garaje de la nueva casa me invento nuevas maneras de jugar yo solo: coloco dos correas en la pared y apoyo en ella un colchón usado: utilizo el rectángulo sobrante para jugar al tenis conmigo mismo, y digo que quiero ser periodista deportivo, como Andrés Montes, como los locutores de Radio Marca. / Juego al fútbol en un equipo, en otro. Hago nuevos amigos en mi nuevo barrio. Una tarde de sábado, en mi décimo primer cumpleaños, quedo asombrado al ver a uno de mis nuevos compañeros venir a buscarme a casa, sencillamente tocar el timbre para venirme a buscar. / Me transformo a toda velocidad: leo un montón de libros, descubro cosas de música, vuelvo a enamorarme fugazmente de alguien a quien apenas conozco, y me paso el verano entero entre fantasías. ¿Me enamoraré siempre así, tan encandilado y fuera del mundo? / Una tarde, y quizá otras tardes más, mi abuelo me cuenta las historias que ya me ha contado muchas otras veces; paseamos por su barrio y saluda a todas las personas. Pienso en que es encantador, casi como un ángel irresistible, una presencia fácil. No es lo mismo saber que querrás a alguien para siempre que, de pronto, entender que va a ser así. Para siempre de verdad. / Una noche, mis nuevos amigos me invitan a dormir a casa de uno de ellos, pero siento que no es mi lugar. Me quedo dormido, leyendo un libro, mientras ellos hablan de la gente a la que han conocido en su nuevo instituto. Vuelvo a casa llorando, al día siguiente, y le pregunto a mi madre que por qué estoy creciendo tan despacio. / Un verano, de pronto, siento que todo ha cambiado: mi cuerpo está como exclamando, quiere salir hacia fuera. Me abro Tuenti, Twitter, y es como volver a nacer en algún sentido extraño. / Le tengo miedo a casi todo, pero ahí empieza la vida. Conozco a alguien y es hermoso, como una esfera de mundo completamente desconocido, como abandonar el cuerpo. Es una efervescencia a partir de ahí, un puro descubrimiento. / Una tarde de invierno, veo El club de la lucha y no dejo de ver películas nunca más, de hablar de películas, de pensar en películas y en historias que llevan a otras historias y se hacen infinitas. / Un montón de gente nueva, de estímulos. Conozco a otra persona y entiendo que el enamoramiento es distinto cada vez, como si los colores no se agotasen nunca. Una noche de ese mismo verano, tumbados juntos sobre el césped, le digo que verdaderamente me gustaría vivir para siempre en ese momento, siendo así de adolescente y con ese amor, y sé que es verdad, toda la verdad que contengo, aunque el tiempo lo desmienta. / Me voy de casa, a la universidad. Una ciudad nueva, mis padres alejados de mi día a día. Un mundo más abierto aún: el susto del inicio me paraliza, pero los días son clementes. / La tristeza me lleva a irme más lejos, a la tercera de mi colección de ciudades. El día que cogí mi primer avión, pensé: quiero compartir la excitación de todas mis primeras experiencias. Todavía falta mucho para comprender que uno se comparte con muchas personas, a pedacitos. / Nuevos amigos, y la pasión repentina por la escritura, una escritura trasnochada, vehemente, tan juvenil como mi manera de estar en las cosas, de estar en el mundo. Una noche de otoño voy al cine a ver Boyhood, y siento algo extraño en mi relación con las ficciones. Permanezco en silencio todo el camino de vuelta a casa. / ¿Qué preguntas vienen ahora? ¿Qué será mi vida? / Algunos amigos importantes llegan. Se quedan. Me ven. / La abuela muere una mañana fría de febrero: durante el sepelio mi abuelo se inclina sobre la tumba. Dice: tarde o temprano nos veremos otra vez, compañera. / Ese otoño, una cuarta ciudad: regresa aquella efervescencia. Viajo los fines de semana en transporte público, comentando para la radio algunos partidos de fútbol. Leo más libros que nunca, leo libros de poesía, y voy al cine todo lo que puedo. Puedo sentir cómo me expando, y una contrapartida curiosa: me autocuestiono más que nunca. / Una mañana de febrero más: mi amiga me despierta tocándome el hombro y me acerca el teléfono, temprano. Mi padre me dice que el abuelo ha muerto, y era un ángel. Salgo a pasear por la ciudad y está nevando, y la gente sonríe y yo me enfado, porque era un ángel y ha muerto. / Mi primera vez en un psiquiatra, mis primeras prescripciones, los vómitos y el cuerpo trastornado. / Intento escribir sobre cine: hago entrevistas, voy a festivales, todo son estímulos. Decido que quiero estudiar filosofía para aprender a escribir, y tiene sentido para mí en el momento, y las cosas se conectan entre sí. / Pienso, una mañana triste, que una persona me gusta tanto, de un modo tan irreal, que será imposible que seamos felices juntos. / El encierro: mis padres, la nueva perrita, un montón de películas. Ahí, en mi casa durante todos esos meses, siento a los demás cerca de un modo un tanto alienígena: es casi como si pudiesen tocarme, es capilar. / Me enamoro otra vez, ahora despacio, convencido. / La ciudad se me termina una tarde que paso solo, en una cafetería, después de la tristeza de varias amistades. Siento que ha sido injusto, pero no en vano, y me marcho. / Una tarde, antes de un examen online, sufro un ataque de pánico, conduzco hasta la playa y nado. / Siento conexiones extraordinarias, en mitad de la tristeza, y me digo: es revelador. / Dawson crece, Buffy cazavampiros, Gilmore Girls, Six Feet Under. Los Juegos Olímpicos de Tokio. / Un viaje con un amigo a Italia, otro con amigos distintos, a Irlanda. Me obsesiono con la ciudad, con Benjamin, con los paseos, con los iconos. / Una quinta ciudad, enamorado. / La sensación de inquietud del tiempo al pasar, la agitación interna de querer que la vida sea siempre más. / La quinta ciudad, transformada. Todo el esfuerzo, con el cuerpo cambiando, el cuerpo no-reconocido, la vida no-reconocida. / Las canciones, los amigos, los ángeles, todo lo nuevo que se recicla y la vida infinita. / Querría esta vida siempre, incluso con las partes en las que la detesto, pienso en el parque, completamente solo, leyendo La clase de griego, de Han Kang. / Un cuerpo que nunca se cansa de ir en busca de-, de asaltar al amor. Maneras de rendirse. / Una vida, un hechizo por delante. 30 años. / Mamá me besa en la frente y siento que la vida merece la pena, y respiro. / Destellos, destellos, imágenes aquí y allá […]